Me lavo la cara varias veces. Me echo agua en la nuca. Tomo largos sorbos de agua. Me miro al espejo. Vuelvo a lavarme la cara.
Bajo la escalera. Quiero sentarme y pensar un rato antes de subir. Arrastro mi mano izquierda por el borde del pasamano, lentamente. Maldita melancolía.
Hay súper poca gente en el Ágora. Se entiende, después de todo las clases terminaron hace tres semanas y los exámenes hace dos. No más de cinco personas. Hay una chica leyendo. Creo que la conozco, no la distingo bien, pero por su corte de pelo y su forma de vestir parece ser ella.
Termino de bajar y me doy cuenta de que sí, es ella. Me acerco.
No me ve. Está concentrada leyendo. Mejor, así me da tiempo de mirarla. Está leyendo una novela. Estoy acostumbrado a verla estudiando, pero creo que nunca la había visto leyendo una novela. ¿Cuál será? ¿Qué tipo de libros le gustarán a ella? Increíble que nunca le haya preguntado. Tal vez no debería hablarle, pero no me perdonaría saber que quizás no la volveré a ver en un año y que no le hablé.
Me siento a su lado, recién me ve. Luce sorprendida. Nice.
-Hola.
-Hola, ¿qué hacís por acá?
-Sssss, ¿y tú?
Me saca la lengua. Sonrío y le respondo.
-Andaba viendo lo de la solicitud que había elevado.
-¿Cómo te fue?
-Mal.
-¿Y eso qué significa?
-Que estoy fuera de la u.
-¿Y no hay nada más que poday hacer?
-O sea… ahora voy a ir arriba, a pedir una entrevista con la decana, pero… como que no le tengo mucha esperanza.
-Pucha…
-O sea, es que igual me lo busqué, ¿cachay? Y es como súper difícil que la decana me deje quedarme si pa qué andamos con cosas… méritos no tengo.
-¿Y si te va mal con la decana?
-Na’ pos: fue.
-¿Y qué vay a hacer si te va mal?
-¿Morirme?
Y reímos.
-No sé la verda’, no tengo cresta idea de qué haría. Trabajar supongo, juntar algo de plata y pagar parte del crédito de –miro el edificio de la facultad– de esta wea.
-¿Pero y tus viejos no lo pueden pagar?
-O sea, es que… ya se lo pagaron a mi hermana mayor, ¿cachay? Entonces no quiero que me lo paguen a mí también, porque siempre he criticado a mi hermana por eso.
-Dale.
-Me gustaría viajar también, conocer a la familia que tengo en el sur o… no sé a Machupícchu o algún lado así. No estar en Santiago ¿cachay?
-Sí.
-¿Y tú en qué andabay?
-Estaba haciendo unos trámites para ver si saco una beca.
-¿Dónde querís ir?
-Australia.
-¡Australia!
-Sí. Pero no creo que me la den.
-Pero si tu tenís buen manejo del inglés, ¿por qué no te la darían?
-Es que está muy encima y me faltan trámites. Además no tengo tan buen manejo del inglés.
-Bueno pero más que muchos postulantes si po.
-Jajajaja, le ponís.
Ni tanto la verdad, una vez la escuché hablar en gringo y quedé loco. Le da mil patas a mi inglés de la selva. Quiero fumar. Saco la cajetilla, quedan dos. Me pongo uno entre los labios y le ofrezco el otro. Cuando lo recibe me pongo a buscar el encendedor pero no lo encuentro. Ella busca el suyo. Tampoco. Espérame, le digo, y voy a prender el mío con el encendedor del kiosco. Le alcanzo a dar una calada antes de volver con ella, luego se lo alcanzo y ella lo enciende con suma facilidad. Yo siempre he sido pésimo en eso de encender un cigarro con otro, así que me resulta admirable. Todavía no puedo saber qué libro está leyendo. Aprieta el click y mentola su pucho. Yo aspiro hondo.
-¿Qué estay leyendo?
-Esto –me dice mostrándome Los detectives salvajes de Bolaño– ¿lo cachay?
No le respondo, simplemente abro mi mochila y saco el ejemplar de Los detectives salvajes que estoy leyendo. Tiene una cara de sorpresa increíble.
Estar leyendo el mismo libro es una coincidencia terriblemente sexy.
-Vas más avanzada que yo.
Sonríe. Estamos leyendo la misma edición –¿aunque acaso hay otra en Chile?– y lleva más que yo. Sexy, sexy, sexy. Hago el click y mentolo mi cigarro. Quedan máximo cuatro caladas. Bota lentamente el humo por la nariz antes de hablar.
-Que linda ella.
-¿Quién?
-La rubia de allá.
Me está mostrando una rubia que vende cocadas o algo. Bonita sí, pero ella es más bonita. No puedo decirle eso, no debo decirle eso.
-Sí, es bonita.
-¡Es súper linda!
-Uuuuy, vuélvete lesbiana ahora po.
-No, estúpido. Estoy diciendo que es bonita no más.
-Si sé mujer, pero igual te podriay enamoraaaar.
Se ríe. Guarda el libro en su morral.
-¿Qué tienes que hacer ahora?
-Ir a pedir la hora pa la entrevista.
-¿Vamos? Es que yo tengo que ir a Secretaría a ver algo de la beca.
-Dale.
Pasamos por al lado de la rubia y, sin ponernos de acuerdo, ambos la miramos descaradamente. Al llegar al pie de la escalera me dice:
-¡Es muy linda!
Y yo sé que no debería decírselo pero lo hago:
-Flaca, tu erís más linda que ella.
-No weón-mentiroso-jote, ¿Por qué decís eso, mentiroso?
-Porque es verdad, eres más bonita que ella.
-Mentiroso, ¿tu esperay que te crea eso?
De hecho por la historia que tenemos es harto difícil que me crea. Pero eso no quita que sea cierto.
-Bueno, no me creas, pero sigue siendo cierto para mí.
Niega con su cabeza, confundida entre creerme o no. Sin saber si enojarse o no. Llegamos al piso de la Secretaría, yo tengo que seguir subiendo.
-¿Nos vemos acá en unos diez minutos?
-Dale.
Subo, consulto y me dan hora para dos semanas más. Dos semanas del demonio. Una vez en el pasillo me detengo un momento a mirar el campus. Quizás sea una de las últimas veces que pueda mirarlo así. Tengo ganas de comer helado. Bajo. La tengo que esperar unos minutos y cuando llega la ayudo con un formulario que le pasaron. Después de que lo entrega nos quedamos mirando sin saber muy bien que hacer.
-¿Comamos un helado?
-Ya.
-O sea, no ando con mucho, pero creo que me alcanza pa invitarte…
-No quiero que me invites a nada.
-Uuuy, ¡que feminista!
-Tengo mi plata, no necesito que me invites.
-Ya.
Al llegar al casino de la facultad compramos sendos helados de crema cubiertos de chocolate, nos sentamos en una de las mesas de afuera, y conversamos de los profes y otras cosas.
Luego la voy a dejar al estacionamiento donde se sube a su auto y nos despedimos. La miro alejarse y me dirijo al paradero.
Al subir a la micro me siento en un asiento que da a la ventana, apoyo mi cabeza en el vidrio y siento esas ganas terribles de dormir hasta que todo esté bien de nuevo. Me acomodo los audífonos y doy leves golpes con mi cabeza en el vidrio mientras suenan los primeros acordes de Trash.
Bajo la escalera. Quiero sentarme y pensar un rato antes de subir. Arrastro mi mano izquierda por el borde del pasamano, lentamente. Maldita melancolía.
Hay súper poca gente en el Ágora. Se entiende, después de todo las clases terminaron hace tres semanas y los exámenes hace dos. No más de cinco personas. Hay una chica leyendo. Creo que la conozco, no la distingo bien, pero por su corte de pelo y su forma de vestir parece ser ella.
Termino de bajar y me doy cuenta de que sí, es ella. Me acerco.
No me ve. Está concentrada leyendo. Mejor, así me da tiempo de mirarla. Está leyendo una novela. Estoy acostumbrado a verla estudiando, pero creo que nunca la había visto leyendo una novela. ¿Cuál será? ¿Qué tipo de libros le gustarán a ella? Increíble que nunca le haya preguntado. Tal vez no debería hablarle, pero no me perdonaría saber que quizás no la volveré a ver en un año y que no le hablé.
Me siento a su lado, recién me ve. Luce sorprendida. Nice.
-Hola.
-Hola, ¿qué hacís por acá?
-Sssss, ¿y tú?
Me saca la lengua. Sonrío y le respondo.
-Andaba viendo lo de la solicitud que había elevado.
-¿Cómo te fue?
-Mal.
-¿Y eso qué significa?
-Que estoy fuera de la u.
-¿Y no hay nada más que poday hacer?
-O sea… ahora voy a ir arriba, a pedir una entrevista con la decana, pero… como que no le tengo mucha esperanza.
-Pucha…
-O sea, es que igual me lo busqué, ¿cachay? Y es como súper difícil que la decana me deje quedarme si pa qué andamos con cosas… méritos no tengo.
-¿Y si te va mal con la decana?
-Na’ pos: fue.
-¿Y qué vay a hacer si te va mal?
-¿Morirme?
Y reímos.
-No sé la verda’, no tengo cresta idea de qué haría. Trabajar supongo, juntar algo de plata y pagar parte del crédito de –miro el edificio de la facultad– de esta wea.
-¿Pero y tus viejos no lo pueden pagar?
-O sea, es que… ya se lo pagaron a mi hermana mayor, ¿cachay? Entonces no quiero que me lo paguen a mí también, porque siempre he criticado a mi hermana por eso.
-Dale.
-Me gustaría viajar también, conocer a la familia que tengo en el sur o… no sé a Machupícchu o algún lado así. No estar en Santiago ¿cachay?
-Sí.
-¿Y tú en qué andabay?
-Estaba haciendo unos trámites para ver si saco una beca.
-¿Dónde querís ir?
-Australia.
-¡Australia!
-Sí. Pero no creo que me la den.
-Pero si tu tenís buen manejo del inglés, ¿por qué no te la darían?
-Es que está muy encima y me faltan trámites. Además no tengo tan buen manejo del inglés.
-Bueno pero más que muchos postulantes si po.
-Jajajaja, le ponís.
Ni tanto la verdad, una vez la escuché hablar en gringo y quedé loco. Le da mil patas a mi inglés de la selva. Quiero fumar. Saco la cajetilla, quedan dos. Me pongo uno entre los labios y le ofrezco el otro. Cuando lo recibe me pongo a buscar el encendedor pero no lo encuentro. Ella busca el suyo. Tampoco. Espérame, le digo, y voy a prender el mío con el encendedor del kiosco. Le alcanzo a dar una calada antes de volver con ella, luego se lo alcanzo y ella lo enciende con suma facilidad. Yo siempre he sido pésimo en eso de encender un cigarro con otro, así que me resulta admirable. Todavía no puedo saber qué libro está leyendo. Aprieta el click y mentola su pucho. Yo aspiro hondo.
-¿Qué estay leyendo?
-Esto –me dice mostrándome Los detectives salvajes de Bolaño– ¿lo cachay?
No le respondo, simplemente abro mi mochila y saco el ejemplar de Los detectives salvajes que estoy leyendo. Tiene una cara de sorpresa increíble.
Estar leyendo el mismo libro es una coincidencia terriblemente sexy.
-Vas más avanzada que yo.
Sonríe. Estamos leyendo la misma edición –¿aunque acaso hay otra en Chile?– y lleva más que yo. Sexy, sexy, sexy. Hago el click y mentolo mi cigarro. Quedan máximo cuatro caladas. Bota lentamente el humo por la nariz antes de hablar.
-Que linda ella.
-¿Quién?
-La rubia de allá.
Me está mostrando una rubia que vende cocadas o algo. Bonita sí, pero ella es más bonita. No puedo decirle eso, no debo decirle eso.
-Sí, es bonita.
-¡Es súper linda!
-Uuuuy, vuélvete lesbiana ahora po.
-No, estúpido. Estoy diciendo que es bonita no más.
-Si sé mujer, pero igual te podriay enamoraaaar.
Se ríe. Guarda el libro en su morral.
-¿Qué tienes que hacer ahora?
-Ir a pedir la hora pa la entrevista.
-¿Vamos? Es que yo tengo que ir a Secretaría a ver algo de la beca.
-Dale.
Pasamos por al lado de la rubia y, sin ponernos de acuerdo, ambos la miramos descaradamente. Al llegar al pie de la escalera me dice:
-¡Es muy linda!
Y yo sé que no debería decírselo pero lo hago:
-Flaca, tu erís más linda que ella.
-No weón-mentiroso-jote, ¿Por qué decís eso, mentiroso?
-Porque es verdad, eres más bonita que ella.
-Mentiroso, ¿tu esperay que te crea eso?
De hecho por la historia que tenemos es harto difícil que me crea. Pero eso no quita que sea cierto.
-Bueno, no me creas, pero sigue siendo cierto para mí.
Niega con su cabeza, confundida entre creerme o no. Sin saber si enojarse o no. Llegamos al piso de la Secretaría, yo tengo que seguir subiendo.
-¿Nos vemos acá en unos diez minutos?
-Dale.
Subo, consulto y me dan hora para dos semanas más. Dos semanas del demonio. Una vez en el pasillo me detengo un momento a mirar el campus. Quizás sea una de las últimas veces que pueda mirarlo así. Tengo ganas de comer helado. Bajo. La tengo que esperar unos minutos y cuando llega la ayudo con un formulario que le pasaron. Después de que lo entrega nos quedamos mirando sin saber muy bien que hacer.
-¿Comamos un helado?
-Ya.
-O sea, no ando con mucho, pero creo que me alcanza pa invitarte…
-No quiero que me invites a nada.
-Uuuy, ¡que feminista!
-Tengo mi plata, no necesito que me invites.
-Ya.
Al llegar al casino de la facultad compramos sendos helados de crema cubiertos de chocolate, nos sentamos en una de las mesas de afuera, y conversamos de los profes y otras cosas.
Luego la voy a dejar al estacionamiento donde se sube a su auto y nos despedimos. La miro alejarse y me dirijo al paradero.
Al subir a la micro me siento en un asiento que da a la ventana, apoyo mi cabeza en el vidrio y siento esas ganas terribles de dormir hasta que todo esté bien de nuevo. Me acomodo los audífonos y doy leves golpes con mi cabeza en el vidrio mientras suenan los primeros acordes de Trash.
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Pasan los días.
Cruzo la puerta de entrada a la oficina de la decana y repito para mí mismo el mantra de los actores:
-Mierda, mierda.
-Mierda, mierda.
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Este cuento lo escribí hace unos meses.
Pero lo retoqué recién hace unos días.
Tuve durante variso meses la intención de escribirlo pero no me atrevía.
Ni pensar en publicarlo.
Había algo que confesar antes de que eso fuera posible.
Me gusta porque trata bastante bien un momento critico de mi vida.
Me gusta porque trata bastante bien un momento critico de mi vida.
Fue una escritura bastante intima.
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El nombre viene de una cita de Milan Kundera.
"Bajó por última vez la escalinata exterior de la facultad con la sensacion de que iba a encontrarme solo en el andén por el que habían pasado ya todos los trenes."
El libro es La identidad, y contiene interesantes reflexiones sobre el amor y el momento en que un hombre decide su profesión. El momento en que decide que quiere hacer el resto de su vida.
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Si quieren descargar una versión en pdf de este cuento hagan click aquí.
Descarga por mediafire: comodo y seguro.
bye
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