Saco la bici,
le pongo aire a la rueda trasera, me siento para revisar. Bien. Botella de agua
llena. Lentes. Celular con carga, audífonos pasados por detrás del cuello.
Llevo la bici al antejardín, reviso todo una última vez y cierro la reja al
salir.
Arriba,
después de meses.
Play.
Lentito hasta
salir del pasaje, esquivar a los niños, saludar al vecino en silla de ruedas,
comenzar a estirar las piernas a medida que llego a la esquina, tomar la curva
inhalando hondo, sonreír, dejar que el impulso me lleve durante la curva y
volver a pedalear con fuerza, sintiendo el aire como no lo sentía hace rato.
19:33, me fijé
cuando puse reproducir.
2, 3, 4, 5, 6 suena mientras avanzo por
la única parte del recorrido donde el sol llega tan de frente a mis ojos. Voy
tomando velocidad, jugando a ir rápido y dejar que la bici avance sin mi
esfuerzo. Juntando aire. Probando los músculos. Segunda curva, aprovecho de
cambiar de pista, quedo yendo en sentido contrario, aunque son solo dos
cuadras. No importa, está despejado a esta hora. Acelero cuando paso cerca de
un flayte, y doblo en la esquina cerrando la curva lo más que la velocidad me
permite, aprovecho la bajada y vuelvo a pedalear fuerte para pasar el montón de
perros callejeros que hay en esta calle. Menos mal que no son de los que se
tiran a los pies, me carga pegarle a los perros.
Me duele el
pecho y no es de falta de aire.
No es de nada
que pueda arreglar pedaleando, pero aquí estoy. El cielo está naranja, casi no
hay viento, anda poca gente en las calles y yo sigo pensando en todo lo que
salió mal.
-Tú crees que
yo soy tonta.
-No.
-Sí, lo
piensas, para que lo niegas.
-No, cómo voy
a pensar eso. Lo que más me aburre son las mujeres que considero tontas y tú
nunca, nunca me has aburrido. ¡Si hasta te va mejor que a mí en la u!
-No es lo
mismo.
No es lo mismo
pero es igual aunque uno no quiera. Da lo mismo lo que uno quiera, si ya se le
metió en la cabeza que uno la encuentra tonta no hay vuelta que darle.
Acelero porque
llegué a la calle donde los perros le ladran a las bicis y se tiran a las
ruedas, a morder. Hay un perro negro joven que no había visto nunca. Perro
culiao. Corre rápido el weón. Me cargan, hasta he pensado en andar con un palo
pa pegarles en el hocico a ver si aprenden. Pero sé que no aprenden y que no
hay que pegarles. Aunque si aprendieran les sacaría la chucha por todo lo que
me hacen sudarla. En fin, dejar de pensar en cosas que no van a pasar. Dejar de
pensar en cosas que ya pasaron.
-¿Con quién
fuiste?
-Con una
amiga.
-Otra de tus “amigas”.
-Es una amiga
no más.
-Obvio, todas
son amigas no más.
Y no, no era
solo una amiga, pero tampoco era algo más. Eran sonrisas, conversaciones de
internet, nada serio, nada real. Weas de pendejo. Pero era rico quedarse así, en
la friendzone, con la posibilidad de algo más siempre presente, aunque
estuviera contento.
Cruzo por el
semáforo y comienzo a andar por la ciclovía. Esta parte siempre me ha parecido
incomoda, no por la cantidad de gente que hay, que es relativamente baja en
comparación con más adelante, sino porque los trayectos son muy cortos y hay
que estar cruzando entre autos que no respetan los cruces de bicicletas. La
sombra de los árboles, sí, se agradece todo el rato. Izquierda, derecha,
izquierda, derecha, Hopipolla
comienza a sonar y dejo la bici deslizarse por las suyas mientras me acerco al
cruce. Como siempre un sin respeto tiene el auto cruzado a mitad del cruce de bicis, tengo serias
ganas de pasar por delante suyo mirándolo con cara de insulto pero el
desgraciado dejó tan poco espacio por delante que tengo que pasar por detrás
del autito. Paso por el lado de los skaters que practican acá, que llevan como
diez años practicando acá y han cambiado de cara un montón de veces a medida
que envejecen. Esquivo gente paseando perros y a los runners de ciclovía que no
usan la vía de los runners sino la de los bikers, pero que nadie les reclama. Me
gustan los murales que hay por acá, sobre todo el de Patagonia sin represas.
Aprovecho de cambiar la canción por la versión de Millones que la Camila Moreno hizo en un acto de Patagonia sin
represas, y mientras canto Hidroaysénica,
transatlántica, trasandina empiezo a pedalear como si me llevara el diablo.
Me gusta por acá, aunque sean blocks, aunque sea población, me gusta, es bonito
a su manera.
-Tengamos un
hijo.
-No puedo, tú
sabís que demás que me voy a echar de nuevo alguno de los ramos que ya me eché
y va a ser la segunda carta que presento y capaz que no me la acepten. Lo más
probable es que me echen y eso significa atrasar todo.
-…
-Sorry pero no
puedo.
-Si te echan
nos vamos a seguir viendo, supongo.
-…
-Tú sabes que
prefiero las relaciones donde uno no se ve todos los días. Es a lo que estoy
acostumbrada.
-Pero yo no estoy
acostumbrado a eso.
Aquí la
ciclovía es larga, se puede alcanzar harta velocidad, hay un par de parejas
tirando en el “parque” a los lados de la ciclovía y los borrachos de siempre,
pero aparte de una pareja paseando al perro no hay nada que moleste en la
ciclovía, así que sí, realmente se puede alcanzar velocidad si uno quiere. Y lo
hago, aunque mi bici no sea una pistera, aunque la doble suspensión tenga otros
propósitos, aunque después del cruce se acabe la ciclovía. Suena Come on Eileen y sonrío. Me gusta que no
haya pasteros, que la gente de la Villa Francia no tenga esa tolerancia, y que
sea a pura política –que imagen romántica- que lo han logrado. Ya me van
molestando un poco las piernas, hace mucho que no nos subíamos a un caballo de
metal.
-¿Por qué no
llegaste?
-Estaba
lloviendo, tú sabís.
-Yo llegué, te
esperé un montón de rato en el metro.
-Pucha,
perdón, no te pude avisar.
Llego al
monumento de los detenidos desaparecidos y me bajo de la bici. Siempre pienso
en el padre Mariano Puga cuando veo este monumento, él me confirmo que era para
los detenidos desaparecidos de la Villa Francia. Y entre otros para Eduardo y Rafael, a
quienes él les hizo la primera comunión ¿o fue el bautizo? No me acuerdo. Me
carga no acordarme. Hago un poco de estiramientos para no acalambrarme de
vuelta y, dando vuelta la bici, me vuelvo a sentar. 19:54. Me he demorado
menos, ocho minutos menos por lo bajo. Pero hace meses que no me subo. Filo.
Respiro hondo, empiezo a pedalear, suena Más feliz que la mierda y sonrío
porque me gusta la música argentina y además ahora tengo el sol en la espalda,
y quizás ande menos gente que antes en la ciclovía. Izquierda, derecha,
izquierda, derecha.
Me duelen las
piernas y me pesa un poco el pecho al respirar, pero se avanza.
..........................
..............
........
...
.
Un cuento que bosquejé hace mucho y no había comenzado a escribir nunca.
Pero ya es hora de ir terminando ciertas cosas.
Para leer otros capítulos visitar la sección novela.
bye
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