Me entró uno de esos miedos terribles, que uno no puede expresar frente a las personas equivocadas.
Uno de esos miedos que cuestionan todo lo que uno ha estado haciendo.
¿Lo estaré haciendo mal?
¿Estaré siendo demasiado orgulloso?
¿Fracasaré?
Y no hay otra forma de saberlo que no sea intentarlo.
E intentarlo es sabroso y atemorizante.
Cada vez hace más frío y se camina más lejos.
Más compromiso, más esfuerzo.
Y en algún lugar hay que amarrar las palabras.
La gente correcta debe escuchar lo correcto.
¿Seré capaz?
¿Seré buen líder?
¿Estaré siendo demasiado orgulloso?
O quizás esté tomando mi lugar de una vez por todas.
Y quizás voy a necesitar toda mi cabeza, todo mi cuerpo, todo mi corazón, todos mis pensamientos.
Y ganar una batalla que siento en mis entrañas ganada, pero no por eso ganada.
Tengo que hacer que pase.
Tenemos que hacer que pase.
Tengo que transmitir mi motivación a las personas que me rodean, los que ponen su hombro junto al mío.
Tenemos que hacer que pase.
Tengo que hacer que pase.
Necesito toda mi mente.
Necesito ser dueño de mí.
Dueño de mi destino.
Un primer paso en una empresa gigante.
Y en mis entrañas arde como un fuego la certeza.
Mi voz se escucha cada vez más fuerte.
Y la certeza me acompaña y me guía.
Y no sé cómo explicar dónde encuentro las palabras, la certeza.
Pero están.
Y yo estoy, hablando más, pensando más, llegando más.
Sólo necesito de toda mi mente.
De todo mi esfuerzo.
Ser el líder que yo seguiría.
Solo
Eso
Necesito.
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