Ir al contenido principal

Un día en Radio Bio-Bio


La situación previa.
Es martes. Mañana tengo que entregar una crónica informativa con preguntas que yo le haya hecho a algún entrevistado en el sitio del suceso, cuando captaba la noticia. Es decir, no puedo inventar una noticia ni nada por el estilo, porque tengo que tener mis preguntas.
Y en una semana tengo que entregar una crónica. Tengo que acompañar a un periodista en su día laboral, desde la pauta, a cuando sale a "levantar" la noticia, hasta que la despacha.  Es el examen del ramo. El 30% del semestre.
Y para otro ramo debo conseguir un video de una noticia de política.
No tengo ninguna de las tres.

La iniciativa.
Es martes en la tarde, para ser más claro.
Terminamos la última prueba de otro ramo. Con el Dani y una compañera comenzamos a mirarnos las caras, sabiendo que tendríamos que golpear puertas para conseguir un periodista para el examen.
Yo ya le había preguntado a cada periodista que conocía. Le había pedido a todos mis conocidos que me ayudaran. Ningún resultado.
Así que no mirábamos las caras, preocupados.

Un mes tarde.
República,  seis y algo de la tarde, no pillamos la dirección de el diario El Ciudadano, uno de nosotros sabe donde queda, pero no llegamos. O sea, se supone que llegamos, pero el diario no está.
Preguntamos en un  bazar. El diario quedaba en esa esquina, nos dicen, pero se cambió hace un mes.
Llegamos un mes tarde.
No hay nepotismo.

Metro Manuel Montt, siete y algo, preguntamos dónde queda TVN.
Caminamos, cruzamos calles, nos perdemos y detrás de un cartel inmenso de una concesionaria creo ver el hall del canal. Me dicen que no puede ser ahí, pero insisto y resulta que sí.
Entramos, preguntamos si podemos entrar.
No.
Tenemos que esperar a que entre o salga alguien. No, no hay tiempo ni ganas.
Chilevisión, Canal 13, lo mismo. ¿Por qué no tenemos un familiar periodista, un tío editor, un cuñado reportero?
Nos vamos, mañana en la mañana será.

Vale la pena levantarse temprano.
Nueve y cuarto de la mañana, metro Salvador. Todavía no llegan los chicos.
Cinco minutos después llega el Dani, pero la flaca no aparece. Veinte minutos y dos llamadas sin contestar después nos vamos sin ella. Obvio, la cosa era  a las nueve y no queremos perder la mañana.
TVN. La misma recepcionista, la misma respuesta. Nos vamos, comprendemos que en los  tres canales la respuesta va a ser la misma, y nos vamos sin preguntar en los otros.
Después de unos cigarros en el monumento a Balmaceda que está cerca de la Plaza Italia, decidimos ir a preguntar a la Radio Cooperativa, y si nos iba mal, entonces preguntar en la Radio Bio-Bio. Yo sé donde quedan, porque el año pasado trabajaba en providencia, así que no vamos al tún-tún.
Pero al llegar al sector me perdí. Tuvimos que dar una vuelta que no estaba considerada y llegamos primero a la Radio Bio-Bio.
No perdemos nada, dijimos, además el Dani prefería hacer el trabajo en la radio Bio-Bio.
Hablamos con la secretaria, explicándole. Pregunta si cualquier-cualquier periodista. Sí. Llama por interno y nos pide que no sentemos a esperar. Aparece un joven
Nos pregunta exactamente en qué consiste el examen y luego sube a preguntarle al editor. Nervios. Susurros.
Ok, dice, vengan mañana a las ocho, ocho y media.
¡Lo hicimos! No aguanto a la salida pa abrazar al Dani y la secretaria nos queda mirando muy sorprendida. ¡Que risa!
Luego conseguimos entrevistar a Manuel Ahumada, Camila Vallejo y Fernanda; pero eso es para otra historia.

Los gestos, los gestos.
Casi a las ocho y treinta ya estamos en la radio.
Nos hacen subir con Quinteros, editor de prensa. Una cara –pero increíble– de simpático. Nos recibe con toda la amabilidad del mundo y nos presenta a Espina, editor matutino, y nos muestra el segundo piso de la radio, con los dos sectores principales de oficinas, donde están los periodistas escribiendo afanosamente sus despachos. Nos cuenta lo que fue la pauta, nos dice que los temas del día son: el trasplante de Trinidad Gelfenstein, seguir a los candidatos presidenciales, las revueltas en España y el reajuste del sueldo mínimo.
Luego nos hace pasar a la sala de consolas, donde hay una gran ventana de doble vidrio para ver a los locutores, que a esa hora estaban transmitiendo el noticiero de las nueve.
Mosciatti gesticula mucho cuando habla. Cuando no, mira la pantalla con cara seria. Katherine Cubillos no está tan seria, ni gesticula tanto, pero habla menos que Mosciatti.
El Control-Master es Marcelino, me impresiona la capacidad que tiene para abandonar su pc de uso personal para manipular los sonidos en los otros pcs, y no desorientarse entre las más de seis pantallas que tiene en el mesón.
Rodrigo Astorga, editor de deportes, entra al locutorio, pues debe comenzar la sección de –obviamente– deportes. En un momento observo que Tomás Mosciatti levanta un dedo mientras Astorga habla, señal de que va a hablar. No lo interrumpe, le avisa silenciosamente que quiere opinar.


Edición.
    Erica Millas es la editora del matinal. Ha estado con nosotros desde que entramos a la sala, conversa con Marcelino, va programando A toda radio, que empieza a las nueve. Es sumamente cordial con nosotros. Atiende la llamada de un auditor, que llama para denunciar que un sujeto se subió a una de las torres eléctricas de avenida Las Torres. Ella le pide que lo diga al aire en unos momentos y le comunica a Marcelino, quien se lo hace saber a los locutores.
    Diez minutos antes de la nueve llega Fernanda Hansen. Al principio no podemos cree que sea ella, pero ahí está, frente a nosotros. No nos atrevemos a pedirle una foto. Discute con Erica la pauta del programa, logra cambiar el orden de uno de los temas a tratar.
    A las nueve con cinco minutos Millas le dice a Marcelino que apure el termino del noticiero, él le dice que quedan tres minutos, tres minutos y medios, quizás cuatro. Tres, dice ella. 
Marcelino y la consola de sonido

No daríamos abasto.
A las nueve con siete Juan Francisco Canales y Fernanda Hansen inician A toda radio, sentados más cerca que los locutores anteriores. Se lo digo tal cual al Dani, y nos escucha Erica. Me reta, me corrige, me enseña: ellos no son locutores, son conductores, un locutor sigue una estructura, una pauta; un conductor, dice, hace que el programa fluya, conduce la información amenamente.
Cuando Mosciatti y Cubillos salen del locutorio (que tiene doble puerta) no nos atrevemos a pedirle una foto. Me digo que esa será la última foto que no pedimos.
    Llama una auditora, Erica habla, solo la escuchamos a ella. Le dice que no pueden pasar esos avisos, que no darían abasto si pasaran todas las transfusiones, donaciones de órganos, autos robados, etc. Pues son demasiadas las personas que llaman y la radio hace tiempo adopto la política de no pasar ningún aviso de ese tipo. Porque si pasan uno deberían pasarlos todos, ya que o si no sería discriminación. Finalmente no ponen al aire a la dama.


Café en dos segundos.
A las nueve con veinte preguntamos a Marcelino por Quinteros y salimos a la sala de prensa. Quinteros nos ofrece un café. Alguien va a poner agua a hervir. Pasa una flaca de abrigo gris por nuestro lado y Rodrigo nos dice que iremos con ella, la reportera más linda. Nos reímos, no sabemos si creerle.
Si creerle que es la más linda. Que vamos a ir con ella lo damos por sentado.
Ofrezco y sacó el queque que le pedí a mi madre. Le dije que por favor me hiciera un queque para llevar a la radio, porque la conozco, y si no lo llevaba ese día, me iba a hacer llevarlo otro día, así que me adelante a ella y se lo pedí. Todos se sorprenden, me miran agradecidos. A mí lo que me sorprende es su sorpresa, ya que para mí es normal hacer regalitos cuando de favores se trata. Y este –para mí– fue un inmenso favor por parte de ellos. Troceamos y comemos el queque.
 El café no aparece, quizás tengamos que prepararlo nosotros, nos dicen que posiblemente no tendremos tiempo porque habrá que salir a la noticia, no lo creemos porque aún no nos presentan a nadie, así que esperamos, pero ante la segunda mención de la salida, pregunto dónde hay que hacerse el café. Realmente tengo sueño. Y además suelo tomarme el café rápido, así que no tengo problemas. La cocina es una sala pequeña, al lado de los baños. Tomamos unos tazones, agregamos café, azúcar, media capacidad de agua hirviendo y –dado el apuro– agua fría.
Aparece la joven que vimos pasar. Nos dicen que ya tenemos que partir, que ella se llama Francisca. Un sorbo largo, una lavada rápida a los tazones y estamos bajando la escalera.

Cinco minutitos, cinco minutitos.
Francisca Vicencio, de 24 años, es flaca, joven, medianamente bonita, usa un abrigo gris, un pañuelo de diversos colores, tiene las uñas rosas haciendo juego con sus aros; usa el pelo corto, pero le alcanza para recogerlo en una cola. Detrás de unos anteojos de marco negro esconde ojos azulados. Sus botas cafés están elegidas con precisión para el ligero frío que hace en Santiago.
    Le decimos nuestros nombres mientras bajamos la escalera y tratamos de seguirle el paso.  Va a apurada, quizás hablé el Ministro Longueira en un evento de empresarios y no quiere –no puede– llegar tarde. Nosotros y nuestro famoso café vamos a tener la culpa si se atrasa.
    En el metro le explicamos en qué consiste el examen. Ella nos comenta que después de hacer la práctica en la radio se quedó con el empleo, que generalmente cubre Educación, pero que hoy esa cartera no tendrá actividad, así que cubrirá Economía y otras cosas. Nos bajamos en Los Héroes. Caminamos más que rápido.
    En la recepción del evento de la Confederación del comercio detallista y turismo Francisca dice que es periodista y nos dejan pasar, sin mostrar una credencial ni nada. El evento está por comenzar y no hay señales del ministro. Nos acercamos al podio, donde Francisca le pide unas palabras a Rafael Cumsille, presidente de la Confederación. Él se aleja un momento a conversar con algunos invitados y luego le dice a Francisca que por favor sea rápido. Ella le dice que serán apenas cinco minutitos, cinco minutitos.
    Si bien el evento es para promocionar el lanzamiento de un plan de previsión para pequeños y medianos empresarios Francisca el pregunta por el reajuste del salario mínimo. Él le explica en simple palabras que en el mundo hay crisis que posiblemente a los micro-empresarios se les haga más difícil aumentar sus ingresos y que por lo mismo se les hará más difícil pagar los mismo sueldos sin despedir operarios. O sea, no está de acuerdo. Y yo no estoy de acuerdo con él. Pero por la forma de expresarse siento que si quisiera venderme un vaso roto yo seguramente se lo compraría. En menos de cinco minutos conseguimos la cuña.
   
Hipster, hipster.
Salimos, nos sentamos en las bancas a fumar un cigarro. Francisca también fume, pero se acerca a conversar con otro periodista que cubría el evento, para preguntarle si sabe algo del ministro. Yo reviso la carpeta que nos dieron al entrar y encuentro un organigrama del día, donde hay agendada una “visita de autoridad” a las una de la tarde. Se lo comento a Francisca y ella –después de dos rápidas repasadas al organigrama– vuelve a conversar con el periodista.
Con el Dani nos codeamos para susurrarnos un comentario:
-Hipster, hipster.
-Alerta de hipster.

Sí, estamos seguros de que Francisca es lo que solemos llamar hipster. Pero eso no es algo que le vayamos a comentar a ella, después de todo la mayoría de los hipster niegan serlo y/o se ofenden si uno les dice así.
Caminamos, nos dice Francisca, cubriremos la pauta de Evelyn Matthei. Nos acompaña el periodista hacia Amunategui con Moneda.
Francisca y yo
Zapatillas a la obra.
Llegamos a la dirección, es una obra de construcción. Por ahora solo el hoyo donde irán los cimientos y estacionamientos. Da vértigo asomarse a mirar la profundidad de la excavación.
Francisca dice que es periodista de la radio Bio-Bio y nos dejan pasar, pero antes de hacer ingreso nos pasan un caso blanco a cada uno. Nos retan –a los tres– por andar con zapatillas, nos dicen que deberíamos estar con zapatos de seguridad. 
Nos hacen esperar porque la escalera solo aguanta a cinco personas a la vez. Bajo aferrado a los pasamanos.
Esperamos. Un ejecutivo nos cuenta que el edificio iba a ser privado pero que lo compró la Conicyt, para ser el edifico donde se gestionarán todas las becas estudiantiles. Tendrá catorce pisos, nos dice, estamos parados en lo que serán los estacionamientos. Estará listo en Octubre del 2013 –y agrega con ironía– antes de las elecciones.
Llega la ministra. Aplauso. Cese de movimiento, orden de no intentar siquiera seguir trabajando.
Luce una chaqueta blanco radiante, igual que su sonrisa. Simpática la mujer. Saluda a todo el mundo, recorre toda la obra. Se sube a un andamio de tres pisos. Que miedo. Todas las medidas de seguridad tomadas, incluso está enganchada a los fierros del andamio mediante el arnés de la espalda, tal como corresponde.
Luego se toma fotografías con un grupo de obreros y comienzan las declaraciones. A su lado está María Cecilia Sánchez, Directora del Trabajo. La ministra muestra un recorte de diario: la  noticia del fallecimiento de un obrero que murió al caer de un piso 12. Dice que ella nunca había estado en una obra, pero que esta ocasión le ha permitido entender mejor las exigencias de seguridad.  Cuando comienzan las preguntas Francisca le pide declaraciones sobre el reajuste del sueldo mínimo. La ministra del Trabajo dice que le da mucha pena que no aprueben rápidamente el nuevo salario mínimo, pues los trabajadores tardarán más en recibir el beneficio.

Despacho smarth.
Camino a la radio, en el metro, Francisca escribe en su Blackberry, rápidamente. Nos deja echar un vistazo del esbozo de la noticia. Al salir del metro prendemos otro cigarro. Tiene que despachar a las doce. Aún hay tiempo. Ya tiene la noticia redactada.
Pero la llaman, al Nokia, al celular de la radio. Le piden que despache. Le sostengo el cigarro mientras habla y despacha desde la calle. Pasa un camión con un bullicio enorme. Triple mirada de odio al conductor.
Se pone nerviosa, le tiemblan las manos y la voz.  Me pregunto cuánto costará acostumbrarse.

No somos relacionadores públicos.
    Al llegar a la radio Francisca edita los audios, nos envía una copia, etc. Nosotros paseamos por la oficina, visitamos las islas de grabación. Noto que el número de la Onemi está en letras enormes en una de las murallas más visibles de la oficina. También están las fotografías de todos los ministros de estado, así como de la intendenta. 
Yo en una isla de grabación de la radio
    
Conversamos con Quinteros, preguntamos por qué Francisca preguntó por el reajuste del salario mínimo si ninguna de las dos personas de las que obtuvo las cuñas estaba en los eventos precisamente por eso. Quinteros nos dice que es lo que corresponde, porque es el tema de contingencia que nos interesa como periodistas, que no somos relacionadores públicos del gobierno y tenemos que preguntar siempre por lo que sea contingente. No es nuestro trabajo mostrar sólo lo que ellos quieren mostrar, agrega.
Periodistas en la oficina
   
¿En vivo?
Quinteros le dice a Francisca que debe ir a la Fiscalía Oriente, porque el fiscal va a hacer una declaración apropósito de los abusos a menores. Nosotros ya podríamos irnos, pero tengo ganas de ir. Después de conversarlo con Daniel, Francisca y con Quinteros nos subimos al taxi con Francisca a cubrir la noticia.
No hay ningún medio en las afueras de la Fiscalía, quizás llegamos tarde. Pero no debería ser. No sabemos a qué puerta dirigirnos, pero después de algunas confusiones damos con un grupo de periodistas y nos unimos. Hay cámaras de cuatro canales y al menos 3 radios. Francisca debe obtener las declaraciones en vivo.
Escucha la radio con su mp3. Nos dice que es para tener retorno, ya que muchas veces transmiten directamente a través del celular, mientras graban el audio con el micrófono en un aparato aparte, por lo que no puede escuchar lo que los locutores dicen. Que ya le pasó una vez el no escuchar al conductor, que quería preguntar algo en medio de unas declaraciones.
Sale unos hombres de la Fiscalía. Francisca no está lista para transmitir en vivo, en la radio están al aire con otra noticia. Me entrega el micrófono de la radio y me dice que apriete tal botón de la máquina para comenzar a grabar, que me debo parar al lado del vocero. Con una mano sostengo el micrófono y con otra me arreglo la chaqueta, por si llego a salir en cámara.
El vocero dice que no habrá peguntas. Francisca está al teléfono, esperando el momento. El vocero comienza a hablar. Me paro lo más derecho posible, trato de que no se me mueva la mano del micrófono, pongo mirada de estar interesado en lo que el vocero lee. Todo bien de la cintura para arriba. Pero abajo la pierna derecha se mueve por sí sola, saltando con mis nervios a un nivel incontrolable.
Al terminar la lectura los periodistas tratan de obtener declaraciones, pero no obtienen nada. Francisca se acerca, parece que por fin podrá estar en vivo. Tapa con una mano el auricular del celular y le pide al vocero que lea la declaración de nuevo. El accede, y la lee rápidamente al teléfono. Luego ingresa al edificio.

Canje.
    Guardamos el equipo, y aunque estamos listos para irnos, no nos vamos, pues ningún medio se ha ido, y creemos que puede haber otras declaraciones. Esperamos. Otro cigarro. Casi nada de movimiento. En eso Francisca divisa a un colega con el que hizo la práctica, un amigo. Mario Rosende, periodista de ADN.
    Él llegó tarde a las declaraciones del vocero. Se perdió la cuña. Francisca trata de copiarle la grabación pero una incompatibilidad de tecnologías no lo permite. Un periodista de Mega se acerca y le dice a Rosende que puede llevarlo a la casa del fiscal Schilling en Manquehue, donde este hará declaraciones. Sí, por supuesto,
    Rosende y Francisca hacen un trueque, acuerdan que ella le enviará la declaración del vocero y que él le enviará a ella la del fiscal.
    Todo bien, todo listo. Taxi a la radio.
    Le decimos a Francisca que al llegar nos despediremos.

Fotos.

    Francisca edita y envía rápidamente los audios conseguidos. Nosotros nos despedimos de los periodistas ahí presentes y le pedimos a Quinteros una fotografía con Francisca y nosotros.
Concluido eso damos las gracias, algunos apretones de manos, y bajamos las escaleras. Tengo el pecho hinchado de felicidad. Siento –y no tengo claro porque– que he aprendido mucho en poco más de seis horas.
En la puerta de calle de la radio nos encontramos con uno de los reporteros que estaba en la mañana. Nos despedimos alegremente, y me dice:

    –No era necesario el queque, pero estaba rico. Empezaste bien, cabrito.

Eso es lo que siento, que empecé bien.






 Quinteros, Francisca, Dani y yo



bye

Comentarios

Francisca dijo…
"Medianamente bonita" mmmm no es por creerme el cuento pero me creo bonita como pienso que todos deberíamos pensar que somos bonitos!! Y segundo hipster pucha caleta de gente me lo dice pero ahí nada qué hacer supongo que a todos nos etiquetan jajajajajja. Me reí mucho en todo caso! Saludos colega!
condors dijo…
que bueno que te hayas reído, espero te esté yendo bien en todo (:

Entradas más populares de este blog

Recopilación de insultos chilenos

La siguiente entrada ha sido el fruto de una ardua investigación lingüística de la que no estoy muy seguro de sentirme orgulloso,  pero que asumí con alegría y voluntad. Esas palabras soeces, esas coprolalias, esos garabatos, esas expresiones hirientes que posee el chileno quedan aquí recopiladas. Y a raíz de un trabajo para el electivo de lenguaje me nació la iniciativa de dar el significado de estas expresiones/garabatos. El resultado es el siguiente: Nombres para el pen e (muy pocos comparados con los cientos existentes): pico, verga, cipote, manguaco, pichulon, pichula (pixula), tula, pajarito, penedol, guañaño, bistec con bigotes, callampa, pija, pit, diminutivo del nombre del poseedor (Ej: Juan llama a su pene “Juanito”), dedo sin uña, el dedo 21, el verdadero cerebro de los hombres, dedo sin hueso, la sin hueso. Nombres para la vagin a (muy pocos comparados con los cientos existentes): chota (xota), zorra, vulva, tajo sangrante, coño, chirla (xirla), sonrisa vertical. _

Poema XIV, Pablo Neruda

He aquí un buen poema: "Juegas todos los días con la luz del universo. Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua. Eres más que esta blanca cabecita que aprieto como un racimo entre mis manos cada día. A nadie te pareces desde que yo te amo. Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas. Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur? Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías. De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada. El cielo es una red cuajada de peces sombríos. Aquí vienen a dar todos los vientos, todos. Se desviste la lluvia. Pasan huyendo los pájaros. El viento. El viento. Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres. El temporal arremolina hojas oscuras y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo. Tú estás aquí. Ah tú no huyes. Tú me responderás hasta el último grito. Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo. Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos. Ahora, ahora también,

Tropos- Oliverio Girondo

"Toco toco poros amarras calas toco teclas de nervios muelles tejidos que me tocan cicatrices cenizas trópicos vientres toco solos solos resacas estertores toco y mastoco y nada Prefiguras de ausencia inconsistentes tropos qué tú qué qué qué quenas qué hondonadas qué máscaras qué soledades huecas qué sí qué no qué sino que me destempla el toque qué reflejos qué fondos qué materiales brujos qué llaves qué ingredientes nocturnos qué fallebas heladas que no abren qué nada toco en todo " ................. .... Entonces el análisis, desde el título en adelante, fue más o menos así:   Tropos significa desviación. El texto se desvía hacia distintas realidades. Toco poros, poros, piel, cuerpo. Amarra , cuerda, tejido, (metonimia etimológica), texto. (El texto exploras la sensibilidad desviándose respecto a su objeto inicial: el cuerpo) Calas , flor, (metáfora tradicional), poesía. La cala es una flor emblemática del art nouveau,