Abro el horno, saco la naranja. No me gusta comer fruta fría. Hoy ya me comí un plátano, pero comer otra fruta no me va a hacer mal, la diabetes puede esperarme otro par de años.
Lavo la naranja, le saco los restos de tierra que acumulo por estar colgada tanto rato del árbol, ¿hace cuánto la coseché? No lo recuerdo, no puedo recordarlo. Tiene tierra, tiene hongos en el lugar donde surgía la rama que la sujetaba al árbol que la sujetaba a la tierra. Tiene tierra. La raspo con calma, bajo el chorro de lluvia. Es más brillante de lo que parece, cuando la abra debería guardar los pedazos de la cáscara y ponerlos en la lámpara de mi pieza, ahora que la ampolleta se quemó.
Tiene un punto amarillo, amarillo limón. Lo raspo y lo raspo pero no se vuelve naranja. Me gusta la textura de la piel. Poros. Cierro los ojos, el agua sigue cayendo, mis dedos siguen tocando. Podría tocar piano, muevo los dedos como si tocara piano, alguna música empieza a sonar.
Pero lo dejo.
Me siento a comer. Primero hundo un dedo bajo la piel, tiro, rasgo. Saco la cosa blanca que está bajo la piel, no hace bien para el estómago. Tomo un gajo entre el pulgar y el índice y me lo introduzco en la boca. No, no soy el mejor detective del mundo, aunque también tengo ojeras. Tampoco como así todo el día, no hay que crecer en un orfanato para deducir eso.
Esta fría, me gustan las naranjas de fines de marzo, entibiadas por el sol.
Termino, limpio y me voy a mi pieza. El gato entra por el tragaluz. Se hace cariño en mis piernas, le acaricio la nuca, me lame los dedos, sus bigotes me hacen cosquillas. Hace unos días desperté y estaba lamiendo mis bigotes. Lo deje ser feliz. Le hundo la mano en la panza y le acaricio la próstata, creo que para él eso es como si lo masturbara. Creo que por eso sigue viniendo. A mi simplemente me gusta hacerlo. Mis gatas se van a poner celosas, lo sé.
Celosas, sobre todo porque en mi casa hay seis gatas pero ningún gato.
Quiero almorzar.
Tomo un trozo de pan y lo paso por el chocolate derretido de la olla. Rico, no hay cosa más rica que la marraqueta con chocolate. Además todavía tengo el sabor de la naranja en la boca y eso también se mezcla. Me encanta comer pan con maní.
Busco algo más en el refri. Huele a frutillas descompuestas. No es estación de frutillas. Busco y busco pero no encuentro que huele así. Saco un tomate. Le corto el corazón, pongo sal en el borde, le doy una mascada. Bebo un sorbo de café. Tiene sabor a chocolate. Ya no tengo sabor a manz… a naranja en mi boca, ya no tengo sabor a naranja en mi boca. Piel porosa, que rico. Los limones también tiene la piel así.
Salgo al patio, contemplo el limonero. Deben haber más de cien frutas listas para ser cosechadas, pero yo no soy cosechador, no, no es mi tarea. Es mentira que el otro día le arranque un naranja al manzano. Mentiroso, eso soy. Más de cien.
Parecen estrellas amarillas sobre un cielo verde. Agarro una, me clavo una espina. No hay sangre azul en mí.
Pobre mí.
En el mejor de los casos quizás estoy soñando.
La herida sigue sangrando. O eso creo, quizás me estoy mintiendo.
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Delirio de Los eternos.
Las imágenes las saqué del capitulo 9 de The Sandman: Las benévolas.
El texto de ahí arriba es mío
Un retrato de su hermana Desespero siguiendo el enlace del nombre.
bye
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