Y yo desperte queriendo soñarla
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La mato y aparece una mayor
Me lleva a un pasillo, para que conversemos apartados. Seguimos besándonos. Pausa. Me dice que por ahora no, que la espere, que le falta poco. Yo comenzó a alejarme, caminando de espaldas, mirándola a los ojos, negando inevitablemente con la cabeza. Estoy tan decepcionado que las palabras no me salen. No puedo creer que me diga eso, que lleguemos a esta situación. Mientras me alejo la miro a los ojos, aunque me pide que no la mire así.
No puedo creer que piense que sigo siendo el mismo.
Despierto.
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Estoy en un supermecado, de compras. De repente creo verla por uno de los pasillos, pero no estoy realmente seguro, se devuelve al lugar del que salió. Sigo avanzando. No puedo. Me devuelvo a buscarla, resulta que sí es ella. Nos saludamos, no se ve inquieta, aunque tampoco a gusto. Ella tiene un bonito tono rojizo natural, pero esta vez está muy rubia. Le digo que nos veamos, que salgamos por ahí. Me dice que no, que ya no tiene sentido, que mejor sigamos adelante, que se va. Y se voltea y se aleja de mí sin ningún gesto que indique alguna intención de mirar atrás. Yo la miro alejarse hasta perderla de vista. Despierto.
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Llego a donde se inscriben los talleres. Hay un montón de mujeres, señoras de edad, posibles dueñas de casa. Y está ella ¿me está esperando? ¿qué otra cosa podría hacer aquí? Alguien le está hablando al grupo. Dándole datos que les podrían ser útiles. Ella toma notas. No me ha visto. La tomo por la cintura. No se enoja pero me reta por hacer eso en público. No se enoja pero me dice que sea un buen niño y la espere sentado, que ya van a terminar. Yo refunfuño un poco ante el hecho de que recuerde la diferencia de edades, pero le hago caso. Con una sonrisa coqueta mira como voy a sentarme. Aprovecho de mirar su pelo, siempre me ha gustado su pelo. La mujer termina de hablar, el resto comienza a irse, ella se acerca al sillón donde estoy. Se sienta mi lado, conversamos, coqueteamos pero reprimidos por la presencia de una secretaria en el salón. Es la única persona que hay aparte de nosotros. Al rato se aburre de vernos jugar y se levanta con expresión de fastidio, se va, cierra la puerta tras de sí. Todo el salón para nosotros, demasiada tentación. Me recuesto, ella reposa su cuerpo sobre el mío. Cruzo mis manos sobre su vientre. Huelo su cabello. Le beso el cuello. Se me empieza a poner dura y cuando lo nota estimula la zona con su trasero. Me acomodo para poder presionar mejor. Se arquea y presiona, lo que hace que la erección que tengo llegue a su mejor punto, así sí, señala.
“Señala riendo, frotando con más fuerza, provocando fricción, calor, todo.”
Bret Easton Ellis
Le beso el cuello y ella gime en mi oreja. Le miro el escote, con la mano derecha intento bajarle un poco la polera, con la izquierda la aprieto hacia mí para poder sentir mejor sus nalgas, y –aunque se arquea para sentirme mejor- me dice que puede venir alguien, que le suelte la polera. Yo protesto pero se mueve de tal forma que comienza a dolerme tener mi verga confinada al pantalón. Seguimos así un poco, hasta que lleva mi mano a su entrepierna para que toque sobre sus jeans. Así no, le digo, puede venir alguien me dice. Mira como me tienes le digo, e intento romper la barrera de nuestras ropas, ella besa mi oído de esa forma que me hace perder la cabeza, le muerdo suavemente el hombro izquierdo, gime y le digo que al menos me deje ver. Se abre el pantalón y levanta su ropa interior. Dios mío, el cielo. Introduzco mi mano izquierda.
Y ella me deja tocarle ahí.
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Voy saliendo del taller, conversando con los cabros. Por algún motivo hubo sesión extraordinaria y salimos a las seis, es un hermoso atardecer. Cruzamos los edificios desocupados (porque en mis sueños la estación Mapocho está rodeada de edificios vacíos, abiertos, con grandes y bonitas galerías sombreadas por las que uno puede circular). Y entonces veo su cabellera flameando al viento, ella y una de sus amigas están sentadas en las escaleras de uno de los edificios vacíos. Me le acerco, su amiga me mira con rechazo, pero ella se alegra, se le ilumina el rostro al verme. Siempre me ha gustado eso de ella. Conversamos, coqueteamos. Le digo que con mi grupo estamos saliendo, que vamos a ir a comer-tomar algo por ahí, me dice que no puede que está esperando a que empiece su taller, que es de fotografía o algo. Los cabros me apuran con la mirada. Levanto los hombros levemente, un rato que sea, le digo con ese gesto, se muerde el labio (tiene el labio inferior bellamente grueso y me encanta que al pensar adopte ese gesto), pero su amiga la mira duramente. Después de una mirada de reproche a su amiga me dice que no puede. Nos despedimos y al besar su mejilla sostengo su nuca para sentir la suavidad del cobre. Camino hacia el grupo. Los cuadros de la acera se iluminan bajo mis pisadas.
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Nos miramos sorprendidos de encontrarnos. Cuando nos saludamos nuestros labios se rozan levemente y nos reímos de nuestra torpeza. Conversamos derrochando sonrisas. Hay que verse, pronto, lo más pronto posible acordamos. Me encanta como se ve con los lentes puestos, le dan un toque intelectual-sexy. Siente que la estoy mirando y se sonroja. Hay que verse luego, dice. Ambos tenemos que seguir nuestros caminos, pero hacemos lo posible porque esto dure más. Los pájaros del parque cantan alrededor nuestro. Hay que irse. Acercamos nuestros rostros para despedirnos pero ninguno inclina la mejilla, respiro el aire que ella acaba de respirar. Es un momento de tensión máxima que ella concluye cuando se inclina para que sus labios toquen los míos. Y nos besamos y –como nunca– cierro los ojos y me abandono a la oscuridad y al tacto de su lengua. Y su lengua pequeña y húmeda se enrosca alrededor de la mía y la hace girar, y el vacío oscuro de mi boca gira, y mi mente gira, y mi ser entero gira. Y luego es mi lengua la que da vueltas alrededor de la suya, orbitándola, y como un sol su lengua resplandece y su saliva se impregna en mi lengua dejando un rastro como el de la vía láctea. Nos veo besándonos en la oscuridad de un túnel y su luz es la única respuesta que existe. Y su boca palpita como un corazón de fuego y su ser es destino, muerte, sueño, deseo, desespero, destrucción y delirio.
Sobre todo delirio azul.
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where is my mind?
where is my mind?
WHEEEEEEERE is my mind?
where is my mind?
where is my mind?
WHEEEEEEERE is my mind?
bye
Iba a contar un sueño escenografiado en el peda, pero me dio cosa incluirlo aqui.
Comentarios
saludos camili...
pd: no seas ingrato