Me levanté como al mediodía. Mi padre estaba podando los árboles del patio, limpiando las uvas podridas que nunca le sacamos al parrón, cortando y ordenando el naranjo, cosechando los limones que ya están en su punto. Yo seguía en el comedor tomando lentamente desayuno, esperando a que me llamara al patio para ayudarlo, no tenía ganas de ir, así que comía bien lento. Pero inevitablemente me llamó, tuve que apurar el último sorbo de leche, zamparme el pan que me quedaba, y pude demorarme lavándome los dientes en compañía de mi hermana chica. Luego salí, y durante el instante en que me cegó la luz del sol recordé que debía ir a buscar los guantes de jardinería, así que crucé la cocina hacia el pasillo, choqué con mi madre, y espanté a los gatos que dormían sobre la caja de herramientas. Estos guantes eran nuevos, estaban duros como todo guante nuevo, pero lo particular es que eran de goma gruesa y tela, así que eran impermeables pero resistentes, de un raro tono de amarillo. Me gust...
últimamente esto se trata de la vida misma, sin reparos en las consecuencias, escribiéndola tal cual