¿Qué es tener nostalgia de la luz?
¿Quién siente
esta nostalgia? ¿por qué no ve la luz?
Gracias a
cuanto demora la luz en llegar a nuestras retinas lo que vemos es cosa del pasado, como dice
Gaspar Galaz “esa es la trampa, el presente realmente no existe”. Vivimos, por
lo tanto, en el pasado.
Los astrónomos
como arqueólogos del cielo, historiadores que buscan en el cielo traslúcido del
presente las respuestas al origen del todo, las respuestas a las preguntas que
la religión nos dió. Los astrónomos como
viajeros del tiempo que ven en sus telescopios lo que sucedió años atrás en
lejanos lugares. Congelan el tiempo de un momento que sucedió hace años.
El cielo
traslúcido de Atacama seca la tierra y conserva un momento del tiempo que ya se
esfumó. Es tarea de los arqueólogos decirnos qué había en ese momento. Qué
querían los hombres de las pinturas rupestres, qué nos narran sus momias, qué
callaron sus voces; son respuestas que deben buscar bajo el cielo más limpio
del mundo.
Buscamos el
pasado lejano en el cielo, y el pasado
de nuestra civilización en la tierra, pero nuestro pasado histórico
permanece sin búsqueda, innombrable, como un tabú. Las respuestas a qué sucedió
con los nativos, qué sucedió durante la explotación salitrera y dónde están los
detenidos desaparecidos las guarda el desierto.
Es tarea
nuestra recuperar nuestro pasado histórico cercano.
Lautaro Núñez
hace el nexo entre la esclavitud velada de las salitreras y los campos de
concentración de Pinochet, dice “los militares solo tuvieron que poner el
alambre de púas” y con esto quedaba en manifiesto lo inhóspito de esa cárcel.
Antígona.
A partir de
este punto el documental trata sobre los detenidos desaparecidos y la memoria.
El derecho a enterrar a los muertos.
Violeta
Berrios dice “muchos dirán para qué queremos huesos ¡pero yo los quiero, yo los
quiero!” y agrega “somos la lepra de Chile”. Violeta Berrios es una Antígona
moderna. Lleva cuarenta años intentando encontrar y enterrar a su esposo.
Cuarenta años de esperanza.
Imágenes de la
nave central del Museo de Historia Natural son acompañadas por la reflexión del
narrador: “existen otros huesos que no están en
ningún museo” y agrega “¿tendrán derecho a un museo como la ballena?”. Y
entonces silencio.
El desierto
responde con silencios.
Valentina
Rodríguez habla: "La gente me dice “es que no se nota que eres hija de
detenidos desaparecidos”" pero
ella se sabe distinta, sabe que siente un peso –una carga, un silencio– que
otros no tienen. Y agradece que otros no lo tengan porque eso le ayuda a vivir.
Porque eso la ayuda a mantenerse en la luz.
Los detenidos
desaparecidos son los que tienen nostalgia de la luz, sus huesos ya blancos
ansían el reencuentro con la superficie. Y en la memoria de sus familiares
permanecen tal como hace tantos años, intactos. Recordarlo es vivir el pasado,
tal como un astrónomo al mirar por su telescopio. Pero, como dice Galaz, los
astrónomos pueden dormir si no encuentran lo que buscan.
En cambio el
silencio del desierto no deja dormir a los familiares de los desaparecidos.
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