Ir al contenido principal

Entradas

Oraucanía 1 Esclavos en la telaraña

Párense en una fila, por orden digan su nombre y muéstrenle respeto al señor Winterfel. – dijo Bróttur, el enano. Armado de un hacha de guerra, el robusto capataz del anticuario miraba desafiantemente a los tres esclavos recién comprados en el Mercado de la Carne, en el corazón de la ciudad de Turinfel. Recién marcados con fierros al rojo vivo en el rostro para señalar su condición de esclavos. El primero en hablar fue el joven elfo. -Mi nombre es Hitlerii. –dijo. Original de las tierras élficas de Inllurvalz, Hitlerii se había alejado de la ciudadela de su raza para dedicarse a las actividades criminales de baja monta en las tierras de los humanos. Deseoso de usar la Cabeza mágica de Rafiki para hablar con su fallecido abuelo, Mutor el conquistador, escuchó que en la ciudad de Turinfel vendían Flautas de arañas, instrumento musical necesario para que la reliquia mágica sirva de médium. Una vez en la ciudad, mientras intentaba ingresar a una tienda de instrumentos que estaba cerrada, f...

Lo mismo que un árbol que en tiempos de otoño

  Después del alivio entró la pena Y se quedó Ahora me faltas Hay un silencio sentado en tu lugar Hay un silencio enorme donde estaba tu silencio pequeño Donde estaba tu risa Después de arreglarte el pelo Donde estaba tu sonrisa mientras te limpiabas Después del amor Un silencio triste, solitario Donde estaba mi alegría De conocerte, por fin, y oler Tu piel al despertar Donde estaba el amor que tenía para darte ahora hay Un silencio final ¿Se puede querer más en tres meses que en seis años? Ahora sé que sí Se puede terminar lo que no es Ahora sé que sí y no hay un beso para decir Te quiero, me quisiste, gracias O Te quise, creo que me quisiste, besos Muchos besos

Desapruebo

  Nos habíamos juntado para celebrar en Dignidad, después de hacer filas optimistas bajo el sol, contentos de ver gente participando. Mientras nos acercábamos a la plaza las caras serias de la gente anunciaban la inminente derrota. Subimos a su departamento a mirar por la ventana en silencio, procesando que la mayoría quisiera seguir igual. Esa noche nuestros cuerpos estaban tristes y el amor fue una tabla donde aferrarse después de un naufragio. No nos vimos muchas veces más.